dimarts, 14 de juny del 2011

Salud, edad y memorias

Mañana por la mañana tengo que madrugar, voy al ambulatorio a que me saquen un poco de sangre para que me digan que estoy igual que hace un año cuando me sacaron un poco de sangre, lo cual lo hicieron para decirme que estaba igual que hace 2 años cuando ...

Mi doctora se empeña en hacerme un análisis cada año porque sí, lo cual yo se lo agradezco porque así sabemos los dos de qué hablar cuando nos vemos, que es una vez al año, como has adivinado. Mejor dicho, en stricto sensu nos vemos dos veces, una cuando me dice que vamos a hacer un análisis de mi sangre y otra cuando me explica que curiosamente estoy como el año anterior.

Claro, tengo la seguridad de que eso cambiará algún día, que es imposible que cada año salga lo mismo si no se están equivocando de resultados y me están leyendo los del año anterior. Yo no me encuentro igual que hace unos años, mi doctora no debe tener buena memoria y cree que sí. O quizá sea yo quien no la tiene y crea que mi doctora no la tiene.

Lo que noto más cambiado es la sensación de que estoy más cerca de los 60 que de los 50, así es que diga lo que diga la doctora estoy estadísticamente más cansado cuando hago ejercicio, estadísticamente más gordo, estadísticamente más acolesterolado (¿existe ya algún verbo para eso?), quizá con azúcar, o con problemas de corazón, ¡o ves a saber qué otras cosas me deben estar estadísticamente pasando!

Lo que más me preocupan no son los músculos (incluyendo al malandrín del corazón), sino la cabeza. Esa está tan joven como antes, tengo los mismos inmensos despistes, la misma patética incapacidad de recordar mi propia vida (no digamos la de los demás), mi consuetudinaria incapacidad de escribir 4 palabras seguidas correctamente cuando utilizo un teclado (incluso me pasa cuando escribo con medios más antiguos), todas esas pequeñas cosas que siempren me han compañado pero que ahora se antojan más importantes porque ya no pienso que algún día las corregiré. Tampoco me queda ya el consuelo de que otros recordarán por mí las cosas que he vivido. ¡Los otros ya no se acuerdan tampoco!

Un día escribiré mis memorias, lo haré con total rigor y sinceridad. Ya tengo pensado el título del libro y su introducción. El libro se llamará "Desmemorias fragmentarias" y la introducción comenzará con un simple:

"Amigo lector, primero de todo debo agradecerte que hayas iniciado este libro por la introducción, lo cual denota un interés inesperado para mí por parte de cualquiera que tenga este escrito entre sus manos; para seguir tengo que decirte que el título del libro responde a mi deseo de no ser demandado por ninguna de las personas que puedan aparecer en estas líneas. A buen seguro que lo harían y lo más probable es que ganaran cuantos pleitos interpusieran contra mi memoria. Por eso he tenido que ser sincero desde la primera palabra, el título, y reconocer que no me acuerdo muy bien de casi nada; además ni siquiera recuerdo todo lo relacionado con lo que recuerdo, por lo que lo más probable es que mis recuerdos correspondan más mis ficciones que a la realidad de los demás. Dicho lo cual y para terminar, debo agradecerte que todavía estés leyendo mi introducción."

A lo que iba: salud, edad y memorias, todo es un todo.

dissabte, 4 de juny del 2011

Retomando el hilo perdido

Hoy te hablaré como a un diario, escribiré en tus blancas hojas como lo haría con mi trazo pequeño e irregular si tuviera entre mis dedos una pluma, la única herramienta de escritura que alguna vez amé.

Hoy comenzaré a amar de nuevo la tarea de escribir, así quizá pueda olvidar por qué dejé de hacerlo, por qué un 7 de Octubre perdí el amor a muchas cosas, aquel 7 de Octubre que escribió el fin de la vida de mi madre, el fin de lo incuestionable, el fin de aquello que conoces y amas desde que naces, el contínuo, lo que da cohesión y memoria a la existencia.

Amigo blog, ¡no te quejes si te abandoné! Tuve una razón que nunca antes había sentido, una razón ante la que ya no caben razonamientos, una razón de abandono. Aun pienso cada día en mi madre, aun siento cada día su voz, su sonrisa, sus manos débiles asiendo las mías, su sentido del humor, su capacidad de amar todo lo que hago, su orgullo ante mis éxitos, su perdón ante mis errores, su amor incuestionable, casi irreverente, hacia sus hijos. Y aunque a veces me enfadara contigo, aunque te sintiera agobiante con tus eternas preocupaciones nímias, ¡cuánto te echo de menos!

Así es que la vida me deparó una sorpresa en una esquina que no estaba en el mapa, en un día en el que mientras yo te escribía, mamá, amada siempre, un email que nunca recibiste, mientras pensaba en si te gustaría lo que te enviaba, mientras la vida continuaba como si ese mapa nunca hubiera tenido esa esquina, tú yacías sin vida por un quiebro del destino.

He tardado todos estos meses en doler en voz alta mi grito, en gritar en voz muy alta mi dolor, pero aquí estoy, al fin, gritando todo lo que te echo de menos porque ya no me lo puedo aguantar.

Retomaré el hilo de mis escritos, que quedaron muertos tras una esquina inesperada, pero por hoy solo este dolor escribiré.