dijous, 25 d’agost del 2011

El engaño del límite

"¡Te has pasado de la raya! ¡Ahora sí que te has pasado!"

Bueno, claro, eso depende de dónde esté la raya, que pocas veces en mi vida he visto pintada. ¿Me he pasado? Bien, si lo dices es que lo he hecho, pero, mirando hacia atrás, ¿dónde estaba esa raya? Ahora que lo dices incluso yo mismo soy capaz de darme cuenta de que estoy más allá de donde hay un retorno inadvertido. Eso sí que soy capaz de reconocerlo, sé cuándo tengo que pagar el viaje de vuelta del sitio al que mi mal humor me ha llevado.

Pero nunca vi la maldita raya, no mientras la cruzaba.

No debo ser el único, ni mucho menos. Todos tarde o temprano parecen enfrentarse al engaño del límite sobrepasado, a esa sensación de haber definitivamente atravesado una frontera sin ser consciente de dónde acabó el buen humor y dónde empezó el malo, dónde terminó la cordialidad y dónde comenzó el atosigamiento, el respeto o la falta del mismo, el cariño o la rabia. El amor o el odio.

Si te llamo tonta no me malinterpretes, fue cariñoso. "¡No tonta, no!" fue cariñoso, nunca te quise llamar tonta ... aunque te traté de infantil con esa frase, lo reconozco inconscientemente. Tampoco es que piense que eres infantil en voz alta, o quizás ahí sí que lo fuiste, pero nunca quise faltarte. ¿Lo hice? ¡¿Dónde estaba la raya?! ¿Podemos volver a atrás?

Si vuelves para atrás lo harás con las maletas aún más cargadas. Si no vuelves entonces tu vida habrá trascendido, ya no serás aquel y aquellas ya no serán tus circunstancias. Elige, una carga mayor o abandonar lo que fuiste y ya no volverás a ser.

Y es que el límite no existe, no al menos como algo tangible, es un sistema elástico que uno sabe que ha traspasado cuando la interacción demuestra que ha sido traspasado. No hay libreta de reglas, ni manuales, no hay medidas, no hay fronteras naturales, no hay recetas ni hay escuelas de limitografía, nada de todo eso existe. Sabes que te has pasado del límite cuando te lo dicen o cuando te lo dices a tí mismo, que es otra forma de interactuar, en este caso reflexiva, hacia uno mismo.

"Las verdades no ofenden".

Es otra forma de hablar del límite. ¿Qué verdades? ¿Para quién son verdades? ¿Quién juzga qué porcentaje de esa verdad está más allá del límite? El que está personalmente implicado, a una banda u otra de las afirmaciones, entenderá su propia verdad, que nunca coincidirá con la del otro. Al igual que en una pelea cualquiera de pareja, las opiniones de los tertulianos tienen un límite movible, variable y desconocido para cada uno de ellos.

Donde comen 2 comen 3.

Cierto, pero no sigamos con esa sucesión, porque llegaríamos a que donde comen 2 comen mil millones, y eso ya no se sostiene: si donde comen 2 comen 3, donde comen esos 3 comen 4, lo que nos lleva a donde comen 4 comen 5, y así sucesivamente donde comen mil millones menos 1 comen mil millones. Ahora, cerrando el silogismo, donde comen 2 comen mil millones. Y a mí no me salen las cuentas.

Si te digo "por ahí no paso" y luego paso, habrán muchos pasos que cruzar tras ese, y por ahí no paso (¡creo que lo dije antes de atravesar unas cuantas puertas!). Si te llamo tonta y no te ofendes entonces no te ofendas si te digo imbécil, y así sucesivamente. Si llegué tarde 5 minutos a la cita, y no pasó nada, mañana llegaré 5 minutos después de los 5 minutos y no tendrá que pasar nada. Cuando llegué 2 horas tarde ya hablaremos, pero si donde comen 2 comen 3 ¿por qué te ofendes conmigo si llego 2 horas tarde?

Disculpa si te ofendí ...

... Que yo seguiré haciéndolo, pero con una puerta entreabierta a volver a donde estábamos. Yo te digo mis verdades, te descarno y te pido disculpas. Ya cumplí con el límite, lo rodeé, me ligué a una cuerda del otro lado y posteriormente estiré de ella y vuelvo a estar del lado de la cordialidad. Ahora si te sentiste ofendido, perdóname que sea tan crudo, es tu problema. Yo cumplí, tú eres tonta.

Dialéctica:

1- Arte de dialogar, argumentar y discutir
2- Método de razonamientos desarrollado a partir de principios
3- Capacidad de afrontar una oposición
4- En un enfrentamiento, apelación a algún tipo de violencia
5- Relación entre opuestos

¡ Disculpa si soy tan dialéctico !

divendres, 5 d’agost del 2011

Desmemorias fragmentarias (Introducción - 2)

Hoy leí que la memoria tiene un componente de sucesos y otro de ordenación temporal de los sucesos. Dicen que el transtorno de una cierta parte del cerebro está relacionado con lo segundo, y que quien lo padece es capaz de recordar cosas pero no es capaz de dotar a los recuerdos de un significado al no conseguir encajar temporalmente los sucesos. Entiendo. Algo así como tener una caja de viejas fotografías y no saber ordenarlas temporalmente. ¡Podrías reconstruir tu vida en un orden diferente cada vez que abres la caja!

Para mí la memoria se divide (o multiplica, según se mire) en interna y externa. Interna es la original mía o la de aquellas cosas que creo recordar por mí mismo, externa es la que se apoya en objetos o personas, todo aquello que está fuera de lo que puedo recordar cerrando los ojos y sumiéndome en una habitación libre de sonidos y olores.

Los internos, tengo que reconocerlo, son migratorios y variables en su mayoría. Hay algunos firmemente asentados, que no cambian con el tiempo, que son como fotografías bien documentadas, incluyendo matices no solo visuales sino también de olores, de sensaciones del espacio en el que suceden los hechos recordados, y otros muchos componentes que conforman algo más un 3D de los sentidos. Luego están los demás, los que "me suena que...", "me parece que..." y los de "no sé si lo recuerdo o me lo invento". De estos últimos hay tantos que podría escribir un libro ... ¡si no fuera porque lo estoy haciendo!

Y es precisamente gracias a las fotografías que puedo ordenar algunos hechos remotos de mi vida, como muchas personas, pero no son el componente más importante de mi memoria externa. Para mí mi memoria son los demás: vosotros (o ellos) sois (o son) la fuente inagotable de sorpresas de mi propia biografía. Desaparecida mi madre, con ella se fue un porcentaje muy alto de mi memoria externa, la de la infancia y adolescencia, pero también la de tantos hechos narrados en confidencias que después olvidé o enterré, en el sentido que comentaba ayer de lo que es enterrar un yo anterior.

De esas memorias de personas conocidas quiero destacar que algunas son recuerdos de "ida y vuelta", o quizás sea mejor llamarlos "copia de seguridad de los recuerdos". Supongamos que tras un viaje le comento a mi amigo X que en París mis compañeros de trabajo entraron en el Crazy Horse mientras yo me quedaba en el hotel, algo arrepentido de no ir al music hall pero convencido de que salir a las 2 de la madrugada del local no es lo mejor si tenemos que levantarnos a las 7 para empezar una dura jornada de trabajo en la ciudad. Al cabo de muchos años, mi amigo X me devuelve el recuerdo, el cual ha vivido una vida propia en X y se ha visto modificado por el entorno en el que ha vivido interno. El recuerdo me es devuelto como que "¡Sí hombre! ¡Me lo contaste tú! ¡Estabas en París y tus compañeros se fueron de putas y tú no quisiste porque estabas casado!". A eso me refiero con lo de ida y vuelta, se van de una forma y vuelven cambiados, pero tú no estás en disposición de saber qué parte está cambiada.

Imagina que cuando te devuelve el paquete de memoria tú ya no recuerdas nada de aquella anécdota. Imagínalo por un momento, seguro que si padeces mi desmemoria fragmentaria entonces entenderás que puedes llegar a creer que realmente pasara algo así, porque aunque no lo recuerdas en absoluto tu amigo te está ofreciendo datos que sí recuerdas: sabes que estuviste en París, que lo hiciste con compañeros de trabajo, algo te suena de que te quedaste en el hotel solo una noche ... ¿pero qué es lo que no cuadra?

El backup de memoria se ha convertido en una trampa, a partir de ese momento recordarás haber sido un puritano en París, en lugar de recordar haber sido muy poco amante de la sana diversión y bastante formal en lo profesional. Que no es lo mismo, vaya.

En algunos casos soy capaz de reconocer que aquél no es mi paquete de memoria o que ha sido ampliamente alterado. En otros casos incluso llego a dudar acerca de cuál es la verdadera historia, y comparando ambos paquetes, el interno y el externo, acabo siempre por reafirmarme en el interno. ¡A fin de cuentas es mío! Pero en muchos casos no tengo manera de separar el trigo de la paja y acabo por incorporar una versión de segunda mano de mi propia vida a mi memoria interna, lugar en el cual esa anécdota sufrirá una transformación tamizada por mi yo actual para convertirse en una tercera versión aún más alejada, seguramente, de la original que aquella que se me devolvió como copia segura.

Luego está la memoria de las discusiones, la del "tú dijiste y yo dije". Esa no existe, el espacio reservado en mí para las largas discusiones es como una cinta continua grabadora de corta duración: conforme avanzan las discusiones las fases anteriores quedan machacadas y borradas. En cambio, por increíble que a mí me parezca, los demás parecen recordar siempre las afrentas que les hice, una detrás de otra y hasta con mis propias palabras, o al menos con mi forma de expresarlas. Resumiendo las grandes discusiones las recuerdo por su duración, no por su contenido, y por las conclusiones adoptadas, por supuesto, aunque no sean las que en su momento adopté, sino las que ahora creo que eran las conclusiones realmente adoptadas. Mi mundillo interno es capaz de transformar cualquier cosa, ya ves.

A estas alturas debes pensar que no me fío de mí mismo ni de los demás en lo que concierne a mi propio pasado. Aciertas en parte, porque no me fío de mi pasado puntual, del de las fotografías, de las instantáneas, de las anécdotas o de las grandes frases pronunciadas en los grandes momentos, de todo aquello que podría narrar si hubiera escrito un Diario. De todo eso no me fío, porque no escribí ningún diario. ¿De qué me fío entonces? Pues de los grandes trazos, de las travesías pero no de las etapas, de los puntos de partida y de llegada que han marcado mi deambular, del resumen más que del detalle de mi vida.

Es por eso que intitulé estas líneas como "Desmemorias" pero también como "fragmentarias", porque lo que en ellas puedes encontrar son fragmentos fiables de mi vida y muchos fragmentos de mi desmemoria, estos últimos basados en gran parte en las copias de seguridad externas a mi memoria.

dijous, 4 d’agost del 2011

Desmemorias fragmentarias (Introducción)

Amigo lector, primero de todo debo agradecerte que hayas comenzado por la introducción, lo cual denota un interés, inesperado para mí, por parte de cualquiera que tenga ante sus ojos estas líneas; para seguir tengo que decirte que el título responde a mi deseo de no ser demandado por ninguna de las personas que puedan aparecer en estas líneas. A buen seguro que lo harían y lo más probable es que ganaran cuantos pleitos interpusieran contra mi memoria. Por eso he tenido que ser sincero desde la primera palabra, el título, y reconocer que no me acuerdo muy bien de casi nada; además ni siquiera recuerdo todo lo relacionado con lo que recuerdo, por lo que lo más probable es que mis recuerdos correspondan más a mis ficciones que a la realidad de los demás. Dicho lo cual y una vez más, debo agradecerte que todavía estés leyendo mi introducción.

La memoria humana funciona de alguna manera incomprensible para mí, y seguro que para muchos de los demás seres humanos. Solo unos pocos sesudos investigadores y otros pocos elucubradores profesionales deben ser capaces de imaginar por qué recuerdo lo que recuerdo, por qué mi memoria funciona con flashes en color y por qué no consigo olvidar lo que me molesta de mi propia vida. ¡Sería increíblemente útil olvidar los grandes errores! Una vez que ya has aprendido la lección, ¿para qué seguir sintiendo la vergüenza del recuerdo? Claro, dirás, si olvidas el error no recordarás que eso no lo debiste hacer y repetirás tu error.

Pues me temo que eso es también erróneo, de ser así no caeríamos innumerables veces en los mismos errores. ¡Los años que me costó dejar de fumar! Aunque eso es lo de menos, lo de más es ¡las veces que lo dejé y volví! Quien no fume no sabe a qué me refiero, creo sinceramente que no hay una actividad como la de fumar para eso. El tabaco no te atonta como el alcohol o las drogas, sigues en tu plenitud intelectual mientras fumas, y a veces incluso crees que es más intelectual hacerlo o que ayuda al intelecto al conseguirse un mayor nivel de concentración mental. Sigues siendo tú mientras fumas, un tú incluso magnificado por la géstica y la personalización del consumo del cigarrillo.

Por eso debe ser tan difícil dejar de fumar. ¿A quién le gusta dejar de ser él mismo y olvidar cómo es para dedicarse a ser otro y, casi irremediablemente, un traidor a la causa del tabaquismo? ¿Y qué haré ahora?  ¿Cómo consumiré mis angustias? El vacío gestual se abre ante tí, el gestor de exhalar el humo mientras miras al techo se acabó en tu vida, el encestar un aro de humo con más humo se terminó para siempre, el repetitivo de retirarle la ceniza al extremo del cigarrillo se extinguió ... ¿Qué te queda? ¿Hacérselo a un lápiz? Dejas de ser tú y a partir de ese momento serás otro tú. Tendrás que aprender a vivir contigo y a conciliar la imagen que tienes de tí mismo con la que surja cada día.

Estoy seguro de que estás pensando que me he ido de peteneras con el tema del tabaco, que yo estaba hablando de la memoria y todo eso, pero comprenderás rápidamente que hablo de la memoria. Porque ineludiblemente la memoria reside también en los gestos, en los olores, en las actitudes, en las afirmaciones de uno mismo y en el que en conjunto uno piensa de sí mismo, tanto como en esas neuronas que malfuncionan en muchos de nosotros. Al menos mi memoria reside en esas cosas también. Lo que significa que he dejado por el camino recuerdos relacionados con esas actitudes, con esas personalizaciones que ahora cuesta de rememorar, con esos "yos" que ya no existen.

Sucede lo mismo con los cambios, casi radicales aunque hayan sido paulatinos, de actividades vitales. He sido muchas cosas a lo largo de mi vida, he inundado mis deseos de éxitos muy variados, he desarrollado mis potencialidades en direcciones bien dispares, y con cada una de ellas he enterrado la anterior. En ese entierro metí en la zanja muchos recuerdos y muchas relaciones, doliendo tanto unos como las otras.

Pero dejemos una pausa en esta Introducción, debes estar ya agotado, si has llegado a este último párrafo, y no es justo que te canse más por hoy. Mañana será otro día, o eso dicen.

dimecres, 3 d’agost del 2011

Las dichosas radiaciones cuando se vuela

Hoy os propongo un tema de divulgación que a algunos, los que vuelan a menudo, como yo, os puede interesar. Pensad que en lo que va de año llevo ya 46 vuelos, con unos pocos de corta duración (30 minutos) y la mayoría de entre 1 hora y media y 4 horas.

Volar nos expone a más radiación cósmica que estar en la superficie confortable española o incluso la de casi todo el resto del planeta (¡exceptuaremos el Himalaya!). La atmósfera filtra las radiaciones, de tal manera que cuantos más alto estemos más radiación recibimos. A 12.000 m de altitud con respecto al mar (más o menos, no seamos muy rigurosos con las cifras) nos exponemos a una radiación de 3 a 9 uSV por hora, con un promedio de 5 uSV/hora. ¿Y eso es malo? Bueno, no si hacemos un sencillo vuelo de una hora y media una vez al año, pero si eres piloto de un B767 y viajas muy a menudo de Barcelona a Nueva York ¡más vale que lo tengas en cuenta! La radiación varía según en qué ruta nos movamos, sobre el Ecuador se recibe menos que sobre los Polos, debido al campo magnético de la Tierra, por eso expresamente he indicado New York en lugar de Quito.

[Por cierto, 5 uSV/hora los recibimos también delante de un televisor de rayos catódicos, esos que ya nadie tiene o ya nadie quiere o ya nadie quiere reconocer tener todavía.]

Bien, ¿y dónde está el problema para los pilotos y demás profesionales de la aviación? Lo digo porque yo me pasaba horas ante el televisor y nadie me dijo que fuera nocivo para mi cuerpo, ¡si exceptuamos mi estado mental!

La radiación cósmica a la altura de crucero de 10.000 a 12.000 m representa alrededor de 100 a 300 veces más elevada que en mi casa al borde del mar (y sin televisor de tubo). A bordo del Concorde representaba el doble, a pesar de no ser el doble de altura. Repito ¿y eso es malo doctor?

Cuanto más largo sea un viaje a esas altitudes de crucero más radiación se recibe. Elemental, querido Watson (por cierto, Sir Arthur Conan Doyle no escribió jamás esa frase, no aparece en ninguno de los libros del infalible Sherlock Holmes). A cuanto más alto más se recibe, así es que más alto y más largo significa mucho más que ir de Barcelona a Menorca a FL210 (media hora de recorrido, apenas 10 minutos en altitud de crucero).

[Notación al margen: ¿Qué es un Sievert? Es una unidad de medida con cuyo nombre se honra a Rolf Sievert, sueco él, brillante médico y estudioso de los efectos de la radiación. Esa unidad indica la dosis de radiación absorbida (no la recibida) por los organismos vivos, con un componente del daño biológico producido, lo que la diferencia de otras unidades de medida de la radiación.]

Leo en una web que vivir en París supone una medida de 1 milisievert por cada 17 meses que te pases allí (en ese tiempo ya has aprendido, además, a hablar francés). Si vas en limosina (y no es en París) 1 milisievert lo recibes en 9 meses (suponiendo que aguantes tanto tiempo al chófer). Equivale también a realizar 7 vuelos de ida y vuelta de París a Tokio (no a Fukusima, ahí la cosa se complica) o de París a San Francisco; o para darle un poco de emoción, es lo que podrías haber recibido en un día y medio a bordo de la estación espacial MIR, sin contar el consumo de vodka.

Vale, yo me libro, no he ido nunca a la MIR y Tokio queda muy lejos de cualquier viaje mío habitual (por cierto, los que huyeron de Tokio por la radiación de Fukusima y volvieron a España recibieron más radiación en un solo día de vuelo que la que hubieran recibido en Tokio durante 1 año; ida y vuelta ni te cuento, como 2 años en Tokio con los niveles de cuando explotó Fukusima).

Para que os hagáis una idea de lo que estamos hablando, ida y vuelta a Tokio supone la misma radiación que media radiagrafía de pecho. ¡Con la manía que les tenemos a esas radiaciones!

Sumad horas y veréis que los que más viajáis lleváis ya un buen montón de radiografías sin que os hayan dado el papelito en escala de grises con vuestro esqueleto, y eso sin contar con los controles de seguridad. Pero ¿y los tripulantes? (con tanto lío casi me olvido de ellos.)

En Diciembre del año 2010 (ver http://www.thenewamerican.com/index.php/usnews/health-care/5067-pilots-urged-to-avoid-body-scanners) los pilotos de American Airlines solicitaron la supresión del pase por el scanner de los controles de seguridad para los profesionales del sector. Parece que algunos están preocupados por el tema. Las compañías aéreas tienen controles y normas específicas al respecto, pero cuando los pilotos de AA solicitan algo así ¡por algo será!

Espero no haberos preocupado demasiado con las radiaciones, no dejéis de volar, no es tan malo como parece, o no es tan malo como mirar la tele. Saludos,