dimarts, 17 d’agost del 2010

Recuerde el alma dormida ...

"-I-
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el plazer,
cómo, después de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parescer,
cualquiere tiempo pasado
fue mejor.
-III-
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir;
allí van los señoríos,
prestos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos,
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos."

Jorge Manrique (1440-1479), Coplas a la muerte de su padre

Estas coplas acompañan mis pensamientos desde que las aprendiera hace más de 40 años, que ya son años. Bien, la parte del placer y el dolor la aprendí sin entenderla, y lo demás lo entendí como pude allá en mi lejana adolescencia, pero ya desde un principio estos versos de pie quebrado quedaron fuertemente ligados con mi sentir de la vida.

Mi primera experiencia de la muerte la tuve más o menos por entonces, cuando mi abuelo paterno falleció a causa de un ataque al corazón. Desapareció de mi vida inesperadamente e introdujo en ella el dolor de la muerte de otros, sensación que vive con nosotros y que debe vivir con nosotros, que nos acompaña y nos avisa, para unos de difícil convivencia, para otros más llevadera.

Los actuales medios de información nos pone ante la muerte de otros cada día, y muchas veces al día. ¿Se ha diluido con ello la sensación del morir? ¿Está nuestra alma dormida, y necesita avivar el seso, tanto o más que en el Siglo XV? Muerte de ficción en series y películas que entran en nuestra retina a decenas cada día, muertes reales que nos traen ecos de Afganistán o de Irak o de cualquier otro conflicto, y que rebotan en nuestra coraza sin entrar en nuestra alma ... parece que solamente las muertes de los allegados, o la de quienes los medios se encargan de allegarnos, encuentran el alma despierta, o la sacan de su letargo.

Ayer fui a ver de nuevo a mi padre a su Residencia, para encontrar lo que ya sabía: la sombra de quien fue, sin consciencia de su ayer ni de su mañana, ni siquiera de su "más tarde". Y recordé las coplas de Jorge Manrique: "cómo se pasa la vida, cómo se llega la muerte ... tan callando". Mi padre ya no existe, pero no se lo llevó la muerte, sino una demencia senil. La sensación de la muerte de mi padre la llevo presente cada día ahora, y cualquier noticia de muerte encuentra mi alma despierta.

Hoy falleció un desconocido para muchos, y personalmente para mí, Alex McLean, piloto acrobático y fotógrafo de excepción, y, por lo que cuentan quienes le conocieron, una gran persona. La prensa comienza a hablar de ello, y ahora muchos sabrán que hubo un piloto español en la Red Bull Air Race, y que ese piloto murió entrenando en algún sitio de Toledo. Para muchos será una muerte más de las decenas que despreciamos cada día, para otros será el hachazo terrible del Dios de la Muerte, partiendo la vida de Alex y de quienes le amaron y apreciaron.

Y mientras tanto algunos hacen negocio de la muerte, como una cadena de televisión española que anuncia una mini-serie de morbo basada en la muerte de muchos que encontraron su mar antes de tiempo en Madrid. ¿Cómo no sentir deseos de venganza contra quienes comercian con la muerte de otros? Me dicen que siempre habrán programas de estos, que son normales, que hay documentales que hablan de accidentes, pero no me creo que esa cadena prepare un documental para ser estrenado dentro de unos días cuando hasta finales de año no verá la luz el informe oficial definitivo acerca de las causas del accidente. Y lo que sí creo es que ellos ven en esa mini-serie un ingreso de dinero que necesitan para subsistir en la misma línea de actuación.

Porque lo peor no es que ellos lo programen, sino que esos miles de almas dormidas lo vayan a consumir. Eso me duele más que la sinrazón del comercio. Desaparecidos los valores morales de la religión, muerta y enterreda sin dolor aparente, muertos también los que nos trajo el renacimiento de la ética y de los derechos humanos, ¿qué queda?

"Y llegados son iguales los que viven por sus manos y los ricos".

divendres, 13 d’agost del 2010

Del egoísmo de la propia superación

Reconozco que esto es escaparme un tanto de mis dos primeras entradas en este personal BLog, pero a mi entender, y aquí soy yo el que pone las reglas, no hay nada más sano que no tener muy claro cuál será el próximo paso, siempre que se tenga en el punto de mira cuál es el destino de todos los pasos. Algo así como lo de "Dios escribe recto con trazos torcidos", pero a nivel personal, que uno no es ningún dios ni pretende tener un plan tan premeditado de la vida.

A lo que iba: esto es cambiar el tercio, porque pienso hablar de lo que me parece a mí (a uno, si lo preferís como retórica) de los más reconfortante: aprender a ser aprendiz y a llegar a dominar cada cierto tiempo cualquier actividad que me interese como estímulo.

Podría decir que se me dan bien ciertas cosas, algo que sin duda puede decir cualquiera, y no mentiría con ello. Desarrollo preferentemente aquellas aptitudes que entiendo que tienen futuro para mí, en mi vida, y me dedico a ellas hasta que algo en mi interior me dice que ya llegué a donde quería llegar ... aun cuando nunca me propuse llegar hasta allí, incluso cuando a veces soñé llegar mucho más allá. ¿Es esta una actitud corriente en el ser humano? Si, por ejemplo, me dedico a la fotografía como aficionado espero alcanzar un nivel en el que me sean reconocidos ciertos méritos ... pero eso no es diferente de lo que hice con la Informática, o anteriormente con la Música (pobre, la tengo muy abandonada), con mi pasión por el arbitraje en el Fútbol Americano (otro día hablaré de eso), con el dibujo, etc., etc. Y en algunos de esos casos, que no en todos, llegué a donde ya no me divertía ... y me detuve. Y aquellos en los que todavía me divierto, excepto en la profesión que me da de comer, todavía continúo soñando y luchando por ser el mejor, y en definitiva, en divertirme con el dominio de esa actividad.

Así pues el detalle no está en el reconocimiento de los demás, sino en la diversión que conllevó llegar hasta allí, incluyendo en ello la sensación de la admiración de otros al ver que pude llegar hasta allí. Pero cuando la curva del perfeccionamiento se inclinó hacia la horizontal, entonces, y siempre entonces, encontré un nuevo objetivo en el que volcar mis horas y mis días, mis sueños y mis anhelos, mis pausas y mis deseos. Y al final, inexorablemente, ese nuevo devenir fue una nueva curva en la recta de mi vida.

Somos la experiencia de nuestra vida, no lo que nosotros mismos pensemos de nuestra propia existencia. Estos días lloro la pérdida de esa realidad de mi padre, a quien la edad le arrebató la consciencia de su propia experiencia, de su propia memoria, y que ahora vive sólo de la pobre realidad del día a día, sin metas, sin pasado, sin nada que sustente una personalidad que fue pero que ya no existe. Le falló la experiencia de sí mismo, y a los demás nos queda solamente el recuerdo de quién fue, de lo que fue, si así lo queréis decir, de sus manías, de sus gustos, de sus obsesiones, de todo eso que ya no existe y nunca existirá. La crueldad de la demencia senil no lo es tanto para él ahora mismo, ignorante de su propia realidad, sino para aquellos que sí que tenemos la experiencia de su vida en nuestra memoria, pero que no se la podemos transferir como quisiéramos para curarle de esa curva en la que se detuvo su experiencia.

En fin, quizá no me exprese bien, quizá no entiendas lo que quiero decir, por mi torpeza al hacerlo, quizá sólo pueda aquí y ahora llorar unas lágrimas de impotencia ante la realidad del deterioro de la vida, justo cuando a mi personalmente me sonríe en casi todos los ámbitos en los que me muevo,  pero esa es la paradoja: mientras a mí me sonríe la vida, la consciencia que tengo de la propia futilidad de esa experiencia vital me produce un vacío que parece llenarse solamente con la búsqueda de la experimentación positiva, con esa diversión que he mencionado más arriba en la que el alcanzar un nivel inesperado me proporcione la sensación de que vale la pena el camino que recorro. La huida hacia delante en un intento de conservar la consciencia de uno mismo mediante la realización de los proyectos más variados, y no necesariamente más complejos. La juventud que siento en mi interior se entrelaza con la certidumbre de ese deterioro inevitable.

Reconozco que esta entrada en mi BLog viró con respecto a las precedentes ... ya es hora de cerrar esta trazada y preguntar "¿cuál es el nuevo rumbo ahora"?

dimecres, 11 d’agost del 2010

Un día de furia lo tiene cualquiera

Hay una noticia que me ha resultado un "déjà vu", aunque en este caso entre la realidad y la ficción cinematográfica.

La realidad (según la sección "Ultimas Noticias" de ElPais.com): "Los pasajeros de un vuelo de la compañía JetBlue fueron testigos el lunes de la huida de un auxiliar por la rampa de emergencia, tras discutir con un pasajero, durante un aterrizaje. Podría pasar 7 años en la cárcel."

La ficción: película "Un día de furia" ("Falling down") de 1993, dirigida por Joel Schumacher e interpretada por Michael Douglas. Es aquella película en el que un recién despedido ingeniero se ve envuelto en una serie de acciones y reacciones que le llevan desde un atasco de tráfico hasta la utilización de un arma y, si no recuerdo mal, su muerte tras ser perseguido por la policía.

Ambos, simplemente, tuvieron un mal día. El TCP (Tripulante de Cabina de Pasajeros, comunmente llamados azafatos/azafatas) porque se peleó con un pasajero hasta más allá de la gota que colma el vaso, y el ingeniero porque no pudo soportar la tensión, ni la que él estaba padeciendo ni la que le envolvía y le impactaba síquicamente, eso que llamamos stress.

Un mal día lo tiene cualquiera, sin duda. Todos hemos perdido el control en algún momento y luego nos hemos arrepentido ... o no. Pero todos hemos perdido el control de nuestros actos, y dejado a la bestia interior descontrolada. Ese portazo en una discusión de pareja, o ese lanzamiento de un objeto contra la pared, o el envío de algún mail que después querríamos no haber escrito ... y en ocasiones el arrepentimiento no ha servido ni como consuelo, y nunca se pudo enderezar lo que entonces se torció.

Pero cuando uno está tratando con 130 pasajeros cada día, y varias veces al día, durante varios días a la semana, entonces más vale armarse de una coraza protectora anti-pasajeros. Esa gota colmadora se produjo al levantarse un pasajero y abrir el compartimento superior de equipajes mientras el avión todavía estaba en rodadura tras el aterrizaje. Al intentar que el pasajero volviera a su asiento el TCP recibió el impacto de una maleta en la cabeza, que cayó de ese compartimento abierto, y eso fue el detonante de su reacción. Tras una breve discusión abrió la puerta trasera del avión, todavía con la rampa de emergencia armada, y se fue ... a iniciar una nueva vida lejos de los aviones. Para siempre lejos, no podrá volver, nadie lo aceptará, a nadie le interesa un TCP que tuvo un mal día, a ninguna compañía le puede interesar alguien que en un mal día tiró por la borda miles de dólares en un arrebato de furia, y que puso en peligro la seguridad de todos.

Puedes tener un mal día, pero asegúrate de que no te cierras el futuro con tu mal día.

Hace unos pocos días, y esto parece no haber trascendido, un número importante de pasajeros de un Vueling, que no pudo salir por avería, embarcaron por la fuerza en otro avión de la compañía para reclamar sus pretendidos derechos (?). Era un día de furia, y esas furias desatadas zarandearon a los trabajadores de tierra de la compañía para acceder al avión, abortando de esa manera el embarque y provocando la intervención de las fuerzas de seguridad y el retraso del vuelo, y con ello la pérdida económica y la personal derivadas de cualquier retraso. Era un día de furia para todos ellos, y la pagaron con los pasajeros inocentes de otro vuelo y con el personal de tierra de Vueling (o de Iberia).

Al menos me queda la sensación de que si uno de estos días las Furias vinieran a verme al menos podría crear una página en el Facebook en la que se apuntaran miles de seguidores potenciales, o previamente, "enfuriados" (o "afuriados", que uno no está muy puesto en neologismos), afiliándose por uno u otro motivo, poco importa, que como en el caso del TCP (más de 100.000 apuntados en 24 horas) me llenarían el ego de razones para haber tenido mi Día de Furia.

dimarts, 10 d’agost del 2010

El Síndrome de Spotter (pequeña crónica personal)

Esta es la crónica de un viaje que no tenía como objetivo el de fotografiar (que es una de mis pasiones).

Viernes por la mañana, voy al aeropuerto de Barcelona (LEBL) esperando subirme a un flamante A321 de Lufthansa. He seleccionado un buen asiento de ventanilla, así es que espero disfrutar del viaje, de las vistas, quizá de algún “aire aire” que no termino nunca de cazar. Llego con algo de antelación al aeropuerto, a ver si pillo algo a través de las cristaleras del terminal, pero la luz es mala para eso. En fin, en este viaje poco podré hacer, voy a un lugar sin aviones, así es que veamos qué puedo hacer en la T1.

Me paseo, recorro toda la T1 y disparo algunas fotos, pero con esa sensación de estar encerrado en una campana de Faraday acribillado de rayos (en este caso solares) que me impiden disparar a gusto. ¡Todos son reflejos!

Se acerca la hora del embarque, mejor me voy a la cola, me gusta entrar de los primeros, a lo mejor el primero y puedo fotografiar el interior sin pasajeros.

Estoy el tercero en la cola. Detrás de mí una pareja conversa, mediana edad (¡yo también!), él le dice a ella:

- “A esta hora seguro que ya no salimos puntuales, es imposible meter toda esta gente y que el avión salga puntual. ¿Por qué no pueden ser puntuales los aviones como los trenes? Los trenes bien que salen puntuales y hay más trenes en la vía, los aviones salen tarde y el aire está libre”.

Me dan unas ganas casi irreprimibles de girarme y explicarle lo libre que está el aire, lo de las distancias de seguridad, lo de los slots, lo de los controladores, …, pero como ya tengo mi edad me aguanto y sólo pienso en que está presumiendo ante la mujer.

- “La otra vez que volamos pasó lo mismo”, añade como testificando en el juicio que figuradamente él mismo interpone a la compañía.

¡Su segundo vuelo y ya sabe que “todos los aviones” salen siempre con retraso! Este no conoce Ryanair …

Se inicia el embarque. Desde el finger veo las compuertas del motor número 2 de un A320 de Spanair abiertas, y una pequeña escalera de mano al lado del motor. Mi vecino de cola también entiende de reparaciones de motores: “Mira” – le dice a su mujer- “a éste le están reparando el motor aquí mismo”. Estoy a punto de decirle: “Pues no, mire usted, este vuela así, con las compuertas abiertas, como los Seat 600 circulaban con la tapa del motor abierta, por lo mismo, ¿sabe? ¡Se calienta el motor!”. ¿Por qué me subleva tanto que hable de lo que no sabe o de lo que se imagina? ¡Todos lo hacemos, tarde o temprano!

Por fin entramos en el avión, no he sido el primero porque me he parado a disparar al motor (espero que la foto suba a AviarionCorner.net uno de estos días), y cuando entro en el avión hay demasiada gente de pie en el pasillo. La foto del interior vacío es imposible, un gesto de insatisfacción asoma en mí, saludo a la TCP (¡antes les llamaba azafatas!) en alemán, en inglés y en francés (ella se ha prestado al juego y a mí me encanta) y me voy a mi asiento, pero ¡está ocupada por una japonesa! Me recorre un sudor frío, ¡no pienso ir en pasillo! Le hablo en inglés (todos los japonés lo hablan, ¿no?) y les explico que “A” es ventanilla y “C” es pasillo, pero no se lo cree, claro, le pregunta a la TCP y al final se da por vencida, pero me mira como si yo la hubiera robado. ¡Lo siento, quiero mi ventanilla! La TCP ha visto mi cámara y comprende, comprende. La TCP ya es mi amiga, ¡yo soy un spotter y ella una TCP!

Por fin ocupo mi asiento … justo en frente del motor del Spanair. Cleck, cleck, cleck … mi cámara se anima solita a disparar. Después me doy cuenta de que no tengo nada más a lo que disparar … ¡por favor, que se ponga en marcha esto, no tengo a qué disparar! ¿Es que no lo entienden?

El avión se desplaza ya hacia la cabecera de la 25L, y mientras lo hace aparecen ante mí todos esos rincones que conozco de memoria de LEBL. Nada interesante a lo que disparar. Ya llega a la cabecera, gira y entra en pista. Entonces, nerviosamente, busco si hay alguien en el punto de spotting de la 25L … ¡nadie! Claro, es verano y todos están en la 25R, este sitio es sólo para el invierno.

Comandante y copiloto empujan las palancas de los motores, el A321 acelera pegándome al gris asiento, y pienso en la diferencia del empuje entre el A320 y el A321, justo cuando el avión despega y veo a mi izquierda la piscina, los árboles, el Mediterráneo con sus aguas rompiendo en la playa de El Prat … ¡banking! Por la ventanilla veo el aeropuerto, todas sus pistas, estamos haciendo el banking muy pegados al aeropuerto y virando hacia el Noreste (destino Frankfurt) … cleck, cleck, cleck, cleck … no paro de disparar … cleck, cleck, cleck … ya está, ya sólo veo el mar … y el motor del A321, y el ala del A321. Cleck, cleck, cleck …

¡Eso es Marsella! En mi anterior viaje no la pude fotografiar, ¡hoy sí! Cleck, cleck, cleck … ya me imagino los cientos de visitas en AC, ¡qué foto! ¡Qué foto más buena me ha quedado! Las miro, pero claro, el LCD de la cámara engaña mucho, aumento a tope … no sé, no sé … ¿quieres decir que se puede arreglar? No sé, me quedo algo frustrado. Lo supero volviendo a disparar al motor del A321, cleck, cleck, cleck …

Entre la japonesa y yo se ha instalado un japonés, pero debe ser de otro país porque no se hablan entre sí (para mí hay japoneses de muchos países, es más fácil que decir “orientales”). Me pego a la ventanilla y miro, miro, miro … no hay aviones, no hay capturas milagrosas de aviones a 2.000 pies por encima o por debajo, sólo hay nubes por debajo y cielo por encima. ¿A qué FL vamos? ¿Y si se lo pregunto al comandante? ¡Qué disparate, para eso está el hombre, para contestar preguntas como esa! (Se lo pregunté tras el aterrizaje, a FL340 la mayor parte del crucero).

A la hora prevista el avión cabecea, lo he notado como lo noto siempre, 20 minutos para el aterrizaje. Es hora de apagar mi iPod, aunque no hayan dicho nada todavía. Nos adentramos en nubes y así seguiremos casi hasta tocar tierra en Frankfurt. Imposible disparar la cámara. El aeropuerto aparece de repente sin darme tiempo a disparar ninguna vez a nada atractivo.

Tocamos tierra y comienzo a disparar a todo bicho, quieto o en movimiento, pero el avión pega muchos botes por causa de la pista, y sé que mis fotos no sirven para nada. Pillo un JAL Cargo bastante bien … ¡bravo, valió la pena disparar!

Ya he llegado, en Frankfurt y me esperan a la salida, no podré spottear. Me llevan al hotel y ya está, se acabó, una semana cerca del aeropuerto pero no podré ir a él. Me resigno. Me llevan al hotel y entonces lo veo … ¡estoy justo en la zona de aproximación a la 25L y a unos pocos kilómetros del aeropuerto! ¡Puedo disparar, estoy en zona de disparos incluso con mi 18-200! ¡Increíble fortuna!

A pesar de que mi viaje no tenía como objetivo el de la fotografía, por lo cual me llevé el 18-200 nada más, subo al avión de vuelta con no menos de 500 aviones fotografiados, quizás más, entre ellos más de 50 heavies y muchos nuevos registros en AviationCorner.net. Ha sido una semana espectacular, disparando a ratos perdidos, he disfrutado, sinceramente, muchísimo.

Ya llego de vuelta a LEBL. El vuelo ha sido frustrante, no pude elegir el lado “F”, he vuelto en “A” y con el Sol amartillando mi ventanilla, sin poder disparar a nada. Me siento como vacío, no me intereso por los aviones, me da igual lo que haya en pista, estoy cansado y llevo en mi retina miles de fotos. Sólo miro a ver si hay alguien en el punto de spotting de la 25R, que claro, está lleno. Pero no reconozco personas, sólo bultos, no es fácil cuando el avión se mueve con algo de viento de costado. Sé que han disparado al A321 en el que vuelvo, pero no sé quién lo ha hecho. Esperemos a ver si suben la foto.

Paseando camino de la cinta de equipajes esa sensación de vacío aumenta, y en un extraño instante de pura calma me asalta la pregunta: “¿No tendré el Síndrome de Spotter?”. Me sacudo la idea como quien se quita los pelos de la frente … ¡ya da igual si lo tengo! ¡Me encanta!

El motor del Spanair