dijous, 6 d’agost del 2015

Al estreno de La Corte de Faraón

Así es que voy para el Eslava, y además de tomar café -como está mandado- espero con deleite el estreno de una nueva obra, anunciada como opereta, pero cuyo estreno en ese teatro de camareras jóvenes y simpáticas -dicho sea sin segundas- permite adivinar que en realidad haya algo más que un libreto divertido.

Dicen que los autores han dedicado la obra al gran maestro de Collbató, el afamado don Amadeo Vives Roig, y así lo imprimirán cuando corresponda, que esperemos que sea pronto. ¡Ah, el título! Claro, ustedes quizás no sepan que estamos a 21 de enero de 1910, o sea que los autores en el Eslava solo pueden ser don Guillermo Perrín y don Miguel de Palacios, ambos muy buenos en lo suyo, y que para la música han buscado a un reputado compositor, un valenciano, don Vicente Lleó, que además es el empresario del Eslava, así es que todo se queda en casa -me refiero a la recaudación-. La obra la han intitulado "La corte de Faraón", y la verdad es que confío en que esta terna de buenos señores nos hagan disfrutar y, por qué no, también reír un rato, que de penas ya estamos bien servidos fuera del teatro: guerra en Marruecos, la Semana Trágica de Barcelona, cosas terribles con las que el 1909 nos ha sacudido las entrañas.

He leído que el papel protagonista lo hará la Julita Fons, esa monada de chiquilla sevillana. Tiene gracia y tiene cuerpo, canta bien -quizás le falta potencia, pero se lo perdonamos todos- y nos tiene "engatusados". ¡Ja ja ja ja ja! Permitidme el juego de palabras, pero es que todavía colea su actuación en "La gatita blanca": ¡qué gracia, qué salero, qué desparpajo! La acompañan Juanita Manso, Soledad Álvarez, Carmen Andrés, Concepción Salvador, Enriqueta Blanch, Ramón Peña, Antonio González -¡éste es divertidísimo!-. Carlos Allen-Perkins y otros que no recuerdo. ¡Cuánto buen actor! Con tanta gente seguro que la obra será vistosa, no como esas obrillas de a horas que hacen en otros teatros.
¡Venga, que entro en el teatro, ya os contaré!

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¡Oh, qué maravilla! ¡Qué divertida! ¡Qué espectáculo digno de un teatro de categoría! He de decir que al principio pensaba que era una parodia de la gran ópera "Aida", con el Faraón, su señora y la corte del Faraón, con los esclavos, los guardias y con un general, que aquí se llama Putifar -y ustedes disculpen el cómo suena, que no es cosa mía- en lugar de Radamés, y una escena en el que Putifar "ritorna vincitor", como el de Aida, al que le prometen a la joven pura y bella de nombre Lota, que es mi adorada Julita Fons. ¡Con qué inocencia canta entonces!:

"De Tebas soy, en Tebas nací, la Virgen de Tebas me llaman a mí."
Y el coro contesta:
"Virgen es, virgen es, cuando en Tebas lo dicen es que en Tebas lo deben saber."

El pobre Putifar llega herido de la batalla ... "¡Y a dónde la saeta a darle fue!". Así es que mal lo tiene para tomar esposa en la casta doncella más pura que el Loto que a orillas del Nilo ofrece su flor ... Todo lo cual lo dicen en la obra, que yo no me invento nada.
Después van y ponen en escena a un casto hebreo llamado José, y ahí ya me olvidé de Aida, que ni hay hebreos, ni hay Joséses ni se dice que nadie sea casto, que digo yo que todos lo serán entonces. Pero a lo que iba, venden a un esclavo llamado José, que sabe interpretar sueños y habla raro muy raro ... raro, raro, raro. No deja que se le acerque ninguna mujer, y parece que ellas estén todas por él, lo que recuerda al Nemorino de l'Elisir d'amore cuando todas se enteran que ha heredado una fortuna, sin que él lo sepa. Pero este José no cuenta con más fortuna que su comicidad desbordante, que es mucha.

Pues se casan después Putifar y Lota, que ya es mucho el embrollo con dos que casan pero no ligan. Le dice él: "¡Salve Lota pura y bella flor galana de mi hogar!" Y ella le contesta "Noble esposo, bravo y fuerte, yo tu esposa fiel seré". Vaya, pero a los pocos minutos se está ya fijando en el casto José y hace que Putifar lo compre.

Después las viudas de Tebas le explican a Lota los deberes que tendrá como esposa, y ahí, amigos, tengo que reconocer que la clase es magistral, inolvidable, sobre todo cuando le dicen "Cuídalo, mímalo, no le digas a nada que no...". ¡Ese el ABC de la buena esposa, sí señor!
Y allí se quedan solos Putifar y Lota, y el bravo general que no sabe cómo decirle que él no puede, que la saeta, que él ... y Lota que cree entonces que él no la ama y queda desconsolada cuando a él le llaman para atender las tropas. Así es que para consolarse hace Lota que José le expliquen cuentos, a su vera, muy cerca, muy cerca, ponte más cerca ... hasta que José estalla asustado: "¡Porque yo soy el casto, yo soy el casto, yo soy el casto ... casto José!"

José escapa de Lota, pero ésta le arrebata la capa cuando huye el hebreo, y con ella como prueba dice a los soldados que el hombre la ofendió contra su honor y que debe ser perseguido y capturado.
Ahora viene cuando una babilónica canta en una fiesta con el Faraón y la Reina (y digo yo que si hay Faraón debería haber Faraona y no Reina). "¡Ay ba ... ay ba ... ay babilonio que marea!". La canción tiene mucha gracia ... y mucha picardía. ¡Cómo la hemos aplaudido! Menos el Faraón, que se queda dormido, yo diría que atentando contra la lógica más humana. Y entonces llega Lota, llega José y la Reina que tiene que decidir si José es culpable o no. Y héteme aquí que la Reina se encapricha también con el casto José, y claro, en vez de castigarle prefiere quedárselo, aunque proteste Lota. Se pelean la Reina y Lota por José, y éste amenaza con tirarse por una ventana, que se ve que no le van ni la una ni la Lota.

A esas que se despierta el Faraón, que ha tenido extraños sueños, y creyendo -como era normal en la época- que los sueños se deben interpretar -no como nuestro Calderón de la Barca que creía que los sueños, sueños son- busca al intérprete más cercano y lo encuentra en el hebreo José, que se marca un gracioso garrotín en el que presume de tener no sé bien qué, mientras canta "Qué te quieres apostar a que tengo yo una cosa que no tienes ni tendrás".

El Faraón queda encantado con José, le perdona todo, e incluso cuando llega Putifar, que también se suma a la fiesta de reclamar por el honor de su esposa Lota -lota de desesperación por tener el marido que tiene- ignora el Faraón todas las peticiones de justicia y venganza y nombre a José, hijo de Jacob, nada menos que Virrey de Egipto. ¡Virrey! Este Egipto no es el que yo conocía, tiene reinas y virreyes.

Tras el nombramiento hay que consagrar al virrey al dios Apis, que es un buey, que en eso sí que la aciertan los autores, y con un "¡gloria al buey!" se acaba la obra, baja el telón y nos quedamos todos encantados con el casto José, con Putifar, con Lota ... y con mi adorada Julita Fons.


"Comedias y Comediantes", número extraordinario del estreno de La Corte de Faraón, de Enero de 1910 

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